18 abr 2015

Magnetismo regular

Contra todo pronóstico la joven negativa, llena de magulladuras o heridas abiertísimas (dos), de las cuales ya se estaba recuperando sin casi percatarse, consiguió encerrarse en la sala de invitados falsa que realmente resultaba ser un hueco en la planta del edificio separado por muros (reales y densos, esos sí), materializados justo para ella ahora, junto con una puerta blindada con cerradura que abría una llave afilada enorme que, bueno, tenía ya en la mano desde que empezó el relato, por lo que sea. Los jóvenes positivos (se adivinaban más de cincuenta pero menos de cincuenta y dos), desde el segundo en el que se cerró la puerta, intentaban en vano fundirse con el aire para entrar por cualquier rendija o atravesar la puerta blindada a cabezazos o otras-partes-del-cuerpo-azos. Dieciocho de ellos se encontraban pegados a la pared colindante como con una suerte de pegamento extra fuerte. Tres de ellos expulsaban semen desde sus penes erectos casi a la par. Los tres penes apuntaban de una forma certera y perfecta a la matriz de la joven negativa, aun habiendo un muro de por medio.


La joven positiva al no poder soportar la presión abandonó nuestro estado de consciencia autoinduciéndose al sueño fatal (o también puede que se intentara clavar la llave, muy afilada y muy llave, en los ojos, vientre y pecho hasta acabar desangrándose).

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