17 feb 2013

Cariño, hay un foquista viviendo debajo de la cama


 La pareja susurra extremadamente bajo en la madrugada, en su habitación.

– Cariño, te podré escuchar cuando te relajes.
– Pero que ya estoy relajada.
– Pues no, no estás relajada porque dices muchas tonterías y todas juntas.
– Pero que yo no estoy loca. Escúchame...
– Es muy tarde... y tienes sueño. ¡Y has cenado fuerte! Y se te ha mezclado todo eso con lo de la entrevista de mañana, encima... –beso en la frente– Descansa, cariño. Te quiero.
– Como a las locas. Lo que yo te diga.
– A ver, Elena, cariño, son las putas cuatro menos cuarto de la mañana, y yo zombie, y tú sin pegar ojo desde hace cuántas noches, ¿cuatro? –Le da la espalda a ella– Que son sueños, cariño, no sé cómo tengo que ponerme ya. Es serio ya esto, ¿eh?
– Sueños, claro. Por eso estás susurrando tú también, ¿no? Por eso, será por eso: porque son sueños. Sueños míos, sueños de loca. Por eso susurras.

   Él levanta la voz en la primera frase.

– ¿SUSURRAR? A VER, SUSURRO PORQUE ES TARDE, ¿NO? Elena, no quiero ponerme borde pero por favor, quedan cuatro horas y poco para que suene el despertador, cariño... y yo NECESITO dormir, –se gira a abrazarla y tocarle el pelo. Ella, ojiplática– ¡y lo que más me duele de esto es que tú también! Y hoy tú más que yo... Y que me hayas dicho ya son cuatro noches que llevas sin dormir, pero a saber cuántas son realmente pero no me lo dices por miedo a qué se yo. Estás tonta.
– Pues ahora que sacas el tema llevo un año durmiendo fatal. Pero es que últimamente ya ni puedo.
– ¿Ves? –Deja de abrazarla– ¿Y la confianza? Joder, Elena. Qué es lo que te pasa.
– No sé cómo decírtelo... pero es que no soy yo, Edu.
– Los fantasmas esos de tus sueños, ¿no?
– No, si fantasmas no son porque vivos, están. Los he visto, amor, y no estoy loca. Pero es que por la noche hacen más ruido...
– ¿Y por qué no he visto yo na puta mierda? Piénsalo bien.
– Mira, mira a la ventana ahora mismo susurra mucho más bajito.
– Qué dices -gira la cabeza para mirar allí-.
– Corre, mira. Fíjate bien en la parte izquierda de la cortina...
– No veo una mierda, enciende la luz.
– ¡No! No la voy a encender, Edu, porque se van, seguro. Fíjate bien, por favor. En la izquierda... entorna los ojos...
– No voy a ver nada.

   Él pega un brinco y se gira a abrazar fuerte a su novia con los ojos como platos. En la ventana vemos la perfecta silueta de un sonidista con gorra, mascando chicle y direccionando una pértiga con un micro a un metro y medio encima de sus cabezas.

– Amor, vámonos de aquí.
– ¿Lo has visto o no?
– Me he meado.
– Ya huelo. La otra noche te juro que vi a un cámara saliendo del baño... pero no te iba a decir nada, porque claro, “estoy loca”.