13 dic 2013

Cristal poco atravesable

Un señor de a lo mejor setenta años, vestido como un señor de setenta años pero con la cara manchada de azul turquese, frente a un escaparate de una tienda de juguetes. Centra toda su atención en un precioso tren en marcha con sus raíles, sus bosques y sus ríos falsos y sus cosas. Melancólico, mordiéndose el labio. Cada tanto alarga la mano para tocar el tren pero se choca fuertemente contra el cristal.

—La obviedad es tan dura. Literalmente.

Viene una señora de cuarenta máximo.

—Sangra.
—Si me ve entusiasmado es porque lo estoy. Fuérase.
—Toda esa sangre del suelo es suya —señala la sangre—. Si no quiere que llame a emergencias o a otro sitio, le recomiendo que pare inmediatamente.
—Pero ese tren tiene que ser mío.
—¡Puede serlo! Pero debe obtenerlo por las vías lógicas.
—Señorita... ¡yo soy cuantístico! —apretando los dientes y el alma— No me sirve la lógica.
—Demuestra tozudez.
—Estoy sintiéndome mareado.
—Normal.

2 nov 2013

No.

Si te llamases Mónica y tuvieras 28 años y pasearas por Ninguna Plaza de la Ciudad Dos, de 14:33 a 14:33, con una jirafa de peluche en la mano llena de acuarela verde reseca, (y trabajases siendo maestra de infantil de guardería lejana) apellidándote Sandino, por casualidad, no podrías ser la protagonista de este relato porque la susodicha en cuestión ni siquiera se llama Mónica. Lo siento.

19 sept 2013

Racismo en el 3019


Dos desconocidas en el bus. Una es blanca y otra es verde.

Hola, soy verde.
—Ya veo.
Verde real y densa. ¡Toque! —coge la mano mano de la señora y la pone en su cara
— No me tenga miedo.
—Sí sí, bastante densa —la aparta.
¿Pero no tiene usted curiosidad, por el amor de Dios? —violentándose, apretando los dientes.
—¿Curiosidad por qué?
Por lo de verde.
—Un poquito sí.
Mejor.

Silencio largo.

Tranquila.
—Hola otra vez. Lo estoy.
Pues no lo estará tanto cuando se pasa el trayecto frunciendo el ceño.
—No lo frunco.
¡Eso no significa nada! ¿Ve? Al ser yo verde y no blanca estoy más preparada que usted.

31 ago 2013

Doña Tuitar

Disculpe, ¿le importa si interactúo con usted?
— ¿Qué?
Muy poco tiempo. Un poquito solo. Un rato.
— Pero es que no entiendo. Y llevo algo de prisa.
¿Si le sigo, le molesta? ¿Eh? ¿Le molesta si le sigo? Seguirle.
— En serio, señora, no estoy para bromas y voy a llegar tarde.
¿Y si le menciono el pene? ¿Eh? —el señor se va— ¡Oiga! Su pene.

20 jul 2013

Casi restaurante


   La mayoría de despropósitos culinarios y físicos que habrían tenido lugar en las teóricas seis horas y media de apertura nocturna del Orégano Fatal, aparte de no tener explicación ni medio lógica (paredes blandas o translúcidas, cocciones imposibles de cinco segundos, puerro shiny), nadie nunca habría sido capaz siquiera de percatarse ya que esa noche no abrieron porque, además de ser día festivo, el restaurante no existe.

16 jun 2013

4 días son demasiados ya

   Una joven vestida de novia, muy sucia, mucho barro en la cara y velo, muy joven, en la parada del autobús, sentada. Rimmel corrido bajo los ojos. Vienen dos ancianas idénticas y muy delgadas con la peluca rosa que se pone Scarlett Johansson en Lost in translation, agarradas del brazo. Un body de lycra con un estampado de jirafa. Las dos. Están dando la grima.

— Disculpe, ¿lleva usted mucho rato casada ya?

— Es que resulta que estamos aburridas y no nos vendría nada mal un poco de cachondeo, la verdad.
— Unas risas.
— Unas risas pero unas gambas también —le tira del velo muy brusca mientras baila—. ¿Y el convite dónde se celebra? —Le tira otra vez— Joven. Me oye.
No sabría decirles cuánto tiempo llevo casada, señoras. Ni siquiera sabría decirles si ha tenido lugar todavía la ceremonia. Estoy tan confusa...
— Yo diría que lleva confusa más de un día y más de dos... —le toca la frente— Tiene usted pinta de estar necesitando ahora mismo una ducha prolongada con diversos y perfumados jabones.
— Patro, calle. Le sienta bien el vestido y ya está. La ducha que se la dé cuando a ella le venga bien.
Pues me vendría bastante bien ahora— interés—. Llevo dando vueltas más de tres días buscando el ayuntamiento. Ojalá la vida me trate bien desde este momento. Desfortunio. Y hambre.
— ¿Pero el novio existe? O está usted loca y ya está.
— Patro, las formas —codazo—.
— Las formos.
Yo no recuerdo nada, como les estoy diciendo. ¡Ojalá exista! Y ojalá sea muy paciente también. Porque tres días están bien para esperar. Bastante bien.

2 jun 2013

Bonito

   Nadie en esa casa debía percatarse de que los sucesos que ellos consideraban que estaban fuera de lugar, como lo del fuerte ladrido que parecía provenir de la lavadora de 3:30 a 5:51 de la mañana de cada noche, habiéndola tocado nadie, no tenían nada que ver con temas esotéricos ni oscuros ni nada parecido. Como si hiciera falta comprobar noche tras noche que dentro de la lavadora no hubiera ningún perro, algo lógico en parte, (¿un perro?); a pesar de que el ladrido sonaba claramente desde algún punto de fuera y cerca del electrodoméstico, como por ejemplo el botón para accionar el lavado rápido, y no desde dentro del aparato. Esos ruidos que volvían bien loca a la familia y ya desquiciaban y hacían llorar a la bebé muy fuerte, incluso más que los propios ladridos, era imposible que los provocara un vecino cercano porque para empezar una persona no ladra y para terminar sonaban dentro de esa casa, como ya he dicho, con el reverb perteneciente a su cocina, entre esas cuatro paredes, por la noche. Esto hacía llorar incluso al padre.
   La que no lloraba era el hijo mayor porque era un niño. Él había provocado, durante esas dos semanas de terror nocturno, que al despertarse un buen día y en el lugar donde debía estar la lavadora (que ya no hay) hubiera un perro esperándole, un precioso dálmata verde de dos metros con manchas rosas, con un collar y un nombre escrito, “Bonito”: justo el nombre, la raza y apariencia que el perro que él llevaba quince días deseando tener. La madre, del susto, tuvo una crisis nerviosa durante tres días seguidos.

25 may 2013

Sobre el matrimonio

   En otro tiempo (pensaba él) y bajo una fuente de luz que no reconocería, encontraría, ya por fin, el motivo y motto que necesitaba y nunca había alcanzado ni siquiera a percibir que echara en falta. Esta carencia que nunca supo que tuvo y le atormentaba todas las noches (o al menos cada martes), quedaba patente en absolutamente todos sus recurrentes sueños sobre bodas que acababan con la tarta nupcial en llamas y donde todos los invitados, tras la ceremonia, corrían en direcciones que no tenían por qué ser la salida. Llamas verdes.

   Pues bien, al acabar una madrugada de martes se sintió muy capaz, de repente, de crear paralelamente a su trabajo como taquígrafo, en las horas que él consideraba muertas pero realmente estaban agonizando y podían salvarse, obras completas basadas en sus sueños. Obras artísticas de cualquier formato e índole basadas en esa tarta ardiendo, cuyo lema se podía resumir, según sus apuntes, en la moderna tragedia que suponía para él que los conceptos de quererla y tenerla nunca se dieran a la vez en una misma mujer: el principio y fin del amor. Cuando la tenía ya no la quería y viceversa. Normalmente eran cuadros de témperas pastel de las figuras de cera que representan a la pareja, vestidos como para casarse, derretidas, sonriendo, con un tono verdoso. También canciones.


   Los cuadros representaban la culminación de la vida amorosa, el último punto de la última etapa de una pareja como entidad, como concepto: la cima de una relación. "A más no se puede llegar". Representaban el fin del cortejo, de la fase del enamoramiento y, por consiguiente, la muerte inmediata e incinerada del verdadero sentido de “amarse”, o sea, todo lo anterior a ese punto. Pero también representaban, de alguna manera y de forma más abstracta (según él), el súbito y esperanzador nacimiento de entre todas esas cenizas del más básico sentido de vivir: no morir solo.

19 may 2013

Metadiálogo

— Las tres y cuarto. Y a ver si se compra ya un reloj, José María... ahorraría tiempo y saliva.
Pero que yo no quiero saber la hora.
— Y entonces para qué me la pregunta.
Preguntarle el qué.
— La hora.
La hora se pide o se da, no se pregunta. Y yo no le he preguntado nada.
— Me ha preguntado que qué hora es y por eso yo se la he dado. No estoy loco.
Pero ahí no aparece.
— ¿Que no aparece el qué? Me enerva.
Que no aparece mi pregunta, le digo. Así que podría acusarle de inventor o mentiroso y tendría las de ganar. O llevarle a juicio y ganarlo también.
— ¿El juicio?
Ganarle el juicio, sí.
— ¿Me está diciendo que la conversación la hemos empezado empezada?
Si quiere verlo así...
— ¿Y ahora por qué se subraya?
Antojo.
— Es usted la peor persona que yo haya conocido jamás.

52''

   La niña llevaba ya casi dos horas dormida pero dejó de dormir y ahora está despierta y con la garganta seca, mirando al techo sin ver nada. Coincidió la hora en que se levantara de la cama, en el preciso momento en el que plantara su pie descalzo en el suelo, en hora, minutos y segundos, con las veces que ya había hecho ese gesto en esa habitación y con ese colchón: 00:12:22; mil doscientas veintidos veces. Nunca jamás iba a pasar esto en esa casa con ninguna otra persona ya que en tres años, cinco meses y dos días se mudarían (todavía no lo saben) a otro sitio y con otros colchones y somieres. Intuyó algo loco, por un momento, al plantar ya el segundo pie. Algo especial estaba ocurriendo en su cara pero no sabía expresar con palabras lo que sintió al llegar a la cocina: abrió el grifo y ya no era más una niña. Maduró, de golpe y porrazo. Llenó el vaso, bebió el agua y se convirtió en mujer.
   Este mágico e inexplicable suceso, por desgracia o porque sí, solo lo pudo saber la sábana bajera cuando volvió a colocarse sobre ella, a las 00:13:14. La ya-no-niña se quedaría con la duda pero ahora que no tiene la garganta seca ya puede seguir durmiendo tranquila. 

8 may 2013

Tres días son mucho tiempo

   Un señor lleno de barro y con las ropas rasgadas en una tienda de aparatos electrónicos.

— Hola, soy Tomás Falsas.

— Y qué desea.
Pues verá, llevo casi tres días intentando entrar pero se me hizo prácticamente imposible y si no fuera por ese señor de ahí creo que ni siquiera estaría aquí ahora hablando con usted —señala a un señor—. Deberían facilitar una mejor entrada a su tienda si de verdad quieren clientes asíduos... como yo. Yo creo que sería un buen cliente si supiera cómo entrar. Venden cosas fascinantes. Como ese cable —señala un cable—.
— Pero hay solo una puerta como puede ver... con la que solo tirando de ella puede acceder al interior. Ahora dígame qué desea.
Eso. Vengo a poner una reclamación sobre la pésima accesibilidad a su tienda. Solo eso.
— Intentaremos pensar en qué podríamos hacer para mejorarla. Pero ahora dígame, por favor, qué es lo que quiere, ya que hay una larga cola de gente detrás de usted.
Le estoy diciendo que he venido solo a quejarme de que me ha costado la misma vida venir. Lo he pasado realmente mal.

12 abr 2013

Se parece usted a quien yo quiera.

   Una mujer blanca en cuclillas, regando con una jarra de cristal un trozo de acera frente a la puerta de su casa. Otra señora se para frente a ella con un pastor alemán rojo.

Hola, ¿eres mi amiga Petricia?—La del perro.

— No, pero podría serlo —se incorpora con la jarra en la mano—. Le explico. Me confunden con muchas personas y todas de muy diferente apariencia las unas de las otras. ¡Incluso el género!
¡¿Incluso el género?!
— ¡Incluído el género, sí! Mire, el martes, por ejemplo, estaba aquí haciendo lo que estoy haciendo ahora, nada, y vino un chiquillo a preguntarme que si era yo Mario Casas.
¿Y qué le dijo? Es gracioso porque iba a preguntarle algo parecido... —rubor.
— Le dije que no pero le podría haber dicho cualquier cosa que se lo creería, ¡estaba tan y tan asombrado con mi parecido con el actor! Podría ser yo tantas personas...
Y que lo diga :-).
— ;-).

La de la jarra vuelve a ponerse de cuclillas para volver a mojar el suelo. La del perro se queda mirándola, mientras sonríe pícara, y termina poniendo un gesto de sorpresa.


Perdone, ¿es usted Whitney Houston?

— ¡¡La misma!! —Se vuelve a levantar— Me alegro tanto de que me haya reconocido.
Pensaba que había muerto... por lo de que sale en las noticias que está usted muerta y todo eso...
— La droga es mala pero la televisión lo es más. No se crea nada de lo que dicen por ahí.
Nunca perdí la fe en que estuviera viva ;-).
— :-D.

13 mar 2013

17 feb 2013

Cariño, hay un foquista viviendo debajo de la cama


 La pareja susurra extremadamente bajo en la madrugada, en su habitación.

– Cariño, te podré escuchar cuando te relajes.
– Pero que ya estoy relajada.
– Pues no, no estás relajada porque dices muchas tonterías y todas juntas.
– Pero que yo no estoy loca. Escúchame...
– Es muy tarde... y tienes sueño. ¡Y has cenado fuerte! Y se te ha mezclado todo eso con lo de la entrevista de mañana, encima... –beso en la frente– Descansa, cariño. Te quiero.
– Como a las locas. Lo que yo te diga.
– A ver, Elena, cariño, son las putas cuatro menos cuarto de la mañana, y yo zombie, y tú sin pegar ojo desde hace cuántas noches, ¿cuatro? –Le da la espalda a ella– Que son sueños, cariño, no sé cómo tengo que ponerme ya. Es serio ya esto, ¿eh?
– Sueños, claro. Por eso estás susurrando tú también, ¿no? Por eso, será por eso: porque son sueños. Sueños míos, sueños de loca. Por eso susurras.

   Él levanta la voz en la primera frase.

– ¿SUSURRAR? A VER, SUSURRO PORQUE ES TARDE, ¿NO? Elena, no quiero ponerme borde pero por favor, quedan cuatro horas y poco para que suene el despertador, cariño... y yo NECESITO dormir, –se gira a abrazarla y tocarle el pelo. Ella, ojiplática– ¡y lo que más me duele de esto es que tú también! Y hoy tú más que yo... Y que me hayas dicho ya son cuatro noches que llevas sin dormir, pero a saber cuántas son realmente pero no me lo dices por miedo a qué se yo. Estás tonta.
– Pues ahora que sacas el tema llevo un año durmiendo fatal. Pero es que últimamente ya ni puedo.
– ¿Ves? –Deja de abrazarla– ¿Y la confianza? Joder, Elena. Qué es lo que te pasa.
– No sé cómo decírtelo... pero es que no soy yo, Edu.
– Los fantasmas esos de tus sueños, ¿no?
– No, si fantasmas no son porque vivos, están. Los he visto, amor, y no estoy loca. Pero es que por la noche hacen más ruido...
– ¿Y por qué no he visto yo na puta mierda? Piénsalo bien.
– Mira, mira a la ventana ahora mismo susurra mucho más bajito.
– Qué dices -gira la cabeza para mirar allí-.
– Corre, mira. Fíjate bien en la parte izquierda de la cortina...
– No veo una mierda, enciende la luz.
– ¡No! No la voy a encender, Edu, porque se van, seguro. Fíjate bien, por favor. En la izquierda... entorna los ojos...
– No voy a ver nada.

   Él pega un brinco y se gira a abrazar fuerte a su novia con los ojos como platos. En la ventana vemos la perfecta silueta de un sonidista con gorra, mascando chicle y direccionando una pértiga con un micro a un metro y medio encima de sus cabezas.

– Amor, vámonos de aquí.
– ¿Lo has visto o no?
– Me he meado.
– Ya huelo. La otra noche te juro que vi a un cámara saliendo del baño... pero no te iba a decir nada, porque claro, “estoy loca”.

21 ene 2013

Lo de la pared


   Digamos que Srannsksdsnj estaba siendo consciente, incluso en ese momento y sin quererlo, de que su él mismo se encontraba abandonando lo físico: lo de sus piernas, pecho y cintura y todo eso. Vamos, que lo estaba notando pero que no podía hacer nada al respecto. Tanto esfuerzo en vano hacía por intentar entumecer el músculo y mover alguna parte de su cuerpo que oía su propia respiración como para toda la casa, como si sonara desde los altavoces. Del esfuerzo, vaya. Se daba miedo a él mismo. Después del silencio en la madrugada, lo de su voz gimiendo muy fuerte.
   Tras justos dos minutos y trece segundos que a él le parecieron dos horas (más o menos) consiguió mover el meñique del pie derecho pero no lo notó. Celebró algo en su mente, creyó sonreír pero era mentira. O sea, era verdad que movió el meñique pero que no se dio cuenta.
   De la pared izquierda de su habitación, por la que de repente corría una brisa así como salada de mar de origen físicamente inexplicable surgió, a las 3:33 de la mañana, para la sorpresa de Srannsksdsnj y los peluches sin ojos que había en el estante a noventa centímetros sobre su cabeza. Sentía ahora frío, el pobre, (porque pobrecito, ¿no? Encima de todo lo que tenía encima con la parálisis esa rara). Lo único que consiguió y desacertadamente fue girar la cabeza hacia su izquierda, de donde provenía el frío, y abrir los ojos. “El puto combo de la mala suerte”, pero él de momento no sabía eso.
   De esa pared seguía saliendo el frío raro y salado, pero ahora, en la oscuridad, también empezaba a expandirse como una mancha oscura desde una foto familiar pegada en el centro con una chincheta verde. “Estoy soñando, segurísima”, intentaba pensar Srannsksdsnj, pero mal, (por lo de cambiar el género) y del miedo que tenía ni podía hacerlo. Sentía la parte de arriba de su cabeza como congelada.
   La mancha negra (porque ahora era negra y no solo oscura) se iba haciendo más larga pero no más ancha. Adquirió el tamaño justo de una persona de tamaño medio, como de caber perfectamente en la habitación; pues así. La parálisis rara del niño no le dejaba cerrar los ojos “y seguir durmienda, cojones”, como deseaba. Se tenía que tragar toda la movida, fuera eso lo que fuera, con lo poco que le gustaba a él la playa. Oía ahora un pitido muy agudo. “Vayia puto paranollia”, intentaba pensar.
   Ya emergía un hombre boca abajo de la mancha, a cinco centímetros del suelo, con un sombrero de copa con el ala muy larga y vestido con un body de lycra blanco (que él veía gris claro, porque la habitación estaba casi en penumbra), muy ceñido. Tenía una máscara como de porcelana, verde fluorescente muy, muy brillante y sonriente. Brillaba en la oscuridad con una intensidad bastante dolorosa a la vista, muy poco natural (normal, joder: es un hombre saliendo de la pared, qué esperas de natural ahí). Un peluche de los que estaban sobre su cabeza, que él no veía, cuando lo del hombre, empezó a girarse poco a poco hasta 163,46º desde su propio eje Y, dándole la espalda a la pared de la izquierda. Era como si también le diera miedo.
   El niño notaba su corazón latiendo tan rápido sobre su pecho que pensaba que iba a morir ahí mismo. De las ansias y respirar tan fuerte consiguió mover solo dos milímetros la cabeza hacia la dirección del techo, para intentar no ver eso. Pero nada.
   Mientras Eso avanzaba muy lentamente hacia él (por lo menos quedaba un metro y medio hasta alcanzar la cama) empezó a sonar el quinto nocturno de Chopin como con reverb de iglesia muy grande, que parecía provenir de una mota de polvo pegada a la base de la pata más lejana de la cama, la que menos tenía que ver con todo eso: pues de ahí. Sonaba muy fuerte. “?Por quá no see entera mi madre? Yme desspierta, joder” Después de ese fallido pensamiento consiguió cerrar los ojos. “Biva”. Pero eso seguía sonando y ahora tenía más miedo si cabe, ya que no veía lo que pasaba o no pasaba.
   Al minuto, notó en toda la nariz una caricia muy fría con olor a playa como de un pie. Pensaba que se le iba a ir la vida en ese momento por la boca, de tan fuerte que estaba respirando.
   A los tres segundos justos consiguió abrir los ojos y ya no había nada y encima era de día ya. Creyó haber muerto, pero se estaba relajando poco a poco. Ya no sonaba nada más de Chopin ahí ni nada. Se desperezó muy fuerte. "¡Qué intenso!", pensó a los veinte minutos.