19 sept 2012

Habilidades.

Señora enjoyada y apestando a laca Nelly baja por las escaleras de su piso. En el zaguán y frente a la puerta que da a la calle se encuentra, fregona en mano, a su peor enemiga. Se para.

– Claudia.
– Hola.
– Quiero pasar.
– Está mojado.
– Ya veo.

Relativo silencio. Suenan abalorios de plástico rozándose entre sí.

– Es que estoy limpiando, por si no lo ves.
– Lo veo, te digo. Sé ver.
– Eso es fascinante.

Silencio total. La que limpia crea una península de suelo seco por la que salir, y sale.

– Eres muy hábil con el mocho. Tanto incluso como con los chismorreos.
– Lo sé.
– Has estado practicando todos estos años. Se nota –intenciones–. Eres brava.
– Me vas a contar lo de Pepe –con la fregona amenaza con mojar el trozo de suelo seco–. Hace mucho que no sé de él y huele a cadáver desde aquí.
– En otro momento –pega un carrerón hacia la puerta pero la otra moja el suelo. Ambas quedan atrapadas–.
– Me lo vas a tener que contar, María Jesús. No tienes escapatoria.
– Voy a subir porque me he dejado de casualidad el gas abierto –empieza a subir casi corriendo–.
– ¡Algún día descubriremos qué has hecho con tu marido! ¿Me oyes? ¡Pronto!

13 sept 2012

Los tasis.

Señora de 85 años, a lo sumo, disfrazada de Elena Anaya en La piel que habito, entra violentamente en un taxi ya ocupado con un gato muerto en la mano.

Disculpe, ¿se puede bajar? GRACIAS –la intrusa amenaza al señor que ya estaba montado en el taxi con un tacón afilado–.
– ¿Pero qué hace?
Ahora estoy yo montada, ¿ve qué cosas? ¿Me puede dejar en mi casa? –tos– Llevo mucha prisa –más tos-.
– Dónde.
En la calle 104.

1 sept 2012

Atraccién fatal.

- Dos segundos antes de habérsele imantado la cara y tres después de aquello, a tu amiga le entró como prisa y empezó a caminar un poco más rápido. Quizá es que realmente la situación lo requería: en ese período crítico cuarenta hombres, todos con iguales intenciones y similar apariencia, empezaron a rodearla como si fueran abejas y ella néctar, como si mosquitos y ella sangre o luz; como si Marte y ella Sol. Tu amiga, creo que sola y aparentemente sin necesitar mi ayuda, se deshizo de trece. Otros dos la amaron, cinco la acusaron de falsa diosa y se marcharon, uno le hizo una foto y dos la fecundaron. Otro la penetró sin éxito. El resto se desvaneció con los ácaros y el polvo y al poco ella murió, ¡es que parecía necesitarlo! Los bebés nunca crecieron, claro. Yo luego he venido a contártelo porque me parecía muy fuerte.
- Vaya jaleo.
- Pues sí.

Fiesta de disfraces.

- Deme cuando pueda todo el dinero de la caja, por favor.
- ¿Por qué me habla de usted si me está atracando?
- ¿Qué cositas, eh? ¡A prisa! A prisa, por favor, venga.
- ¡A prisa, a prisa...! ¿Se ha dado cuenta de dónde lleva la pistola? ¡Es usted graciosísimo! ¿Y esa braga ladeada?
- A ver cómo le explico. Voy a matarla con fuerza a usted y a ese perro de ahí como no me dé todo el dinero de la caja ahora mismo.
- ¡Qué prisas! Y qué dinero. Venga, intente coger el dinero de la caja y verá... ¡no hay nada!
- No me haga querer y tener que vaciar el cartucho en su sesera y dese prisa.
- No tiene pintas, ni por bueno y por feo, de hacer eso. ¡Ni de pensarlo! -risas- Y baje el arma ya, que está haciendo una poquita el ridículo.
- Me estoy poniendo nervioso y voy a tener que irme de aquí antes de hacer alguna locura -se quita la braga y baja la pistola-.
- La locura ya la cometió queriendo atracar esta panadería de barrio, señor mío.
- Cállese ya y me ponga esas tres barritas.
- ¿Crujientitas o blancas?
- Lo mismo me da.
- Pues se va a tener que esperar como un cuartito de hora porque esas tres que está viendo son de Rafi, que se pasará en poco a recogerlas.
- La gracia que le va a hacer a Rafi cuando venga tener que esperar "un cuartito de hora" -remeando, vuelve a sacar la pistola y apunta a la cabeza de la tendera-.
- ¿Qué quiere decir? Es que soy lenta.
- Que me las dé.

Viene Rafi por la puerta, muy arreglada, cantando algo que habría escuchado esa mañana. Ve el panorama pero cree darle igual porque hoy venía cantora.

- Holi.
- Hola, guapetona.
- Me espero.
- No, no. ¡Este señor está esperando a que termine de hacerse el pan! Y habré puesto el horno hará un "cuartito de hora" -le guiña el ojo al atracador-.
- Como ya te he dicho, Lourdes, me puedo esperar un ratito porque hoy vengo bastante cantora -canta más alto-.
- Yo en realidad ya me iba -bajando el arma-.
- ¿Qué es usted? ¿Viene de una fiesta? ¿Y esa pistola?
- Sí.