20 abr 2020

Plenilunio Fatal

Es 14 de Septiembre de 1904. Carl Pettersson, marinero de profesión, rompió en contra de su voluntad una peculiar rama del Horizonte de Sucesos. Él ni lo sabe ni lo sabrá.
   En su libreta de mar pudimos a duras penas ver escritas estas líneas, en un trozo arrancado de papel entre las páginas 37 y 38. En la libreta explicaba que, efectivamente, la Luna llena se situaba en el punto más cercano a la Tierra esa misma noche:




   Es 20 de Febrero de 2020 y da la casualidad que esta noche tendrá lugar la SuperLuna. El campo gravitatorio inducido por este particular fenómeno se veía desmesuradamente afectado en uno de los puntos de la costa de Barbate, Cádiz, entre siete rocas. Durante ese par de horas que duraba la SuperLuna, y en este específico lugar*, tú podías ver lo que veía el marinero del que hablamos y viceversa. Una formidable, quimérica y un poco presuntuosa conexión espacio-temporal que unía Cádiz y Gotemburgo con un siglo y pico de diferencia.
   El marinero deliraba desde la ventana de su minúsculo camarote, estando en alta mar, un exacto fragmento de playa gaditana en lo que durase el fenómeno, una y otra vez, el mismo día: el veinte de Febrero del Dos Mil Veinte.  La única forma de acceder a este túnel será esta misma tarde desde las 20:20 y será ignorada por Absolutamente Todo El Mundo.
* Estás en la playa de la que estamos hablando, cerca del cúmulo de rocas. Tú tienes tu teléfono en la mano porque vives en este siglo y querrás seguramente hacerle una foto a lo que estás por ver. Tienes que situarte entre la roca que estoy señalando y el hueco entre las otras que hay a tu izquierda, sí, allí, mirando hacia el noroeste con una pequeña inclinación de 7,2 grados más al Oeste. En la mano en la que no tienes el teléfono tienes un catalejo, ojalá... Lo abres, miras por él e intenta no escandalizarte. Si quieres, haz una una foto a través del catalejillo pa’ enseñársela a los colegas.

13 may 2018

Aurora II

   La relación que unía a Aurora con el océano Atlántico era mucho más compleja y oscura de lo que podamos llegar a imaginar.

   Desde el segundo después de su fortuito y violento nacimiento hasta ayer, Aurora pasó sus días pintando al óleo vastos paisajes áridos llenos de amarillos 116U y 1205C que la transportaron a ningún sitio ya que ella no sabe pintar. Le dijo adiós a esta forma de expresión después de tres semanas y media intentándolo con muy poca constancia, siendo sinceros. Todo tirado a la basura ya que la paciencia tampoco era su fuerte.

   Un innato y fuerte sentimiento la lleva a querer evocar de forma casi constante situaciones que sean muy contrarias a su procedencia. Todo para olvidar.

   Para mejorar sus habilidades humanas probó la nutrición, socializar y el sexo. En todas tuvo mucho éxito, así consideró, pero ninguna la llenaba completamente. ¿Cuál era el motivo? ¿Por qué ella no podía ser simplemente feliz? El hecho de que por A o por B los tres hombres con los que mantuvo relaciones sexuales murieran ahogados dos semanas exactas después de que el coito tuviese lugar tampoco ayudaba a la causa, la verdad.


Hombre 1: sintió la impetuosa necesidad, durante la madrugada, de beber doce litros y medio de agua sin motivo aparente. Al que hizo siete empezó a beber por la tráquea y por ahí no se bebe.


Hombre 2: metió la cabeza en la pecera de un restaurante chino y respiró un par de veces ahí dentro.


Hombre 3: simplemente se arrojó al mar a las 4:34 de la mañana.


   En una de otras tantas huidas artísticas dentro de ese vórtice de crisis existencial, Aurora encontró la música. Fue lo único que pudo salvarla y hacerla olvidar completamente de dónde viene. Pasó por la clásica, tristemente no la convenció. Muchos otros géneros también pasaron desapercibidos para ella. Se quedó, después de semanas probando -o hasta que la cuenta de prueba de Spotify premium acabase-, en la que le produjo mayor satisfacción: heavy metal.


Más ruido, menos silencio. Silencio: su casa. Ruido: lo contrario.


9 dic 2017

Buen y opaco árbol


-->
Agresividad: 82% decreciendo, aunque muy alta.
Compasión: 3% ¿por qué iba a tenerla
Botas de lluvia: no
Hambre: el resto del porcentaje hasta llegar a 100.

   Combinada de esta manera y rodeada de varios tonos de verdes oscuros y marrones, por lo de que estaba en un bosque, caminaba a la velocidad y destino que ella quisiera. Variando incluso ambos parámetros aunque siempre con respeto. Hoy ella era su propio ella. Siempre caminando y siempre mojada.

   Debía estar en su puesto de trabajo en el momento en el que este relato tiene lugar, en cambio estaba como dije antes, y yo no repito, en el conjunto de árboles 2 separada lo máximo posible de cualquier contacto humano. Ella hoy allí, y no aquí. Sus compañeros de trabajo se preguntaban muchas cosas. Se permitía tocar la naturaleza con sus manos intentando no modificarla demasiado. Siempre caminando y todavía mojada.

   Tan fuerte era su deseo de no ver a ninguna persona en ese instante que, aun eso no sucediendo ya que otro carácter humano femenino caminaba hacia su dirección y exactamente a su misma velocidad (¿coincidencia?), un árbol con una buena densidad y materia justo en medio de las dos impedía en todo momento que sus miradas se cruzasen e incluso que llegasen a percibirse. El espacio en el que compartían terreno de bosque quizá fuesen seis metros y medio, recorridos en, quizá también, 23 segundos. Ambas, después de ese tiempo, pararon y miraron hacia atrás por dos motivos completamente diferentes: una había escuchado un ruido y la otra había escuchado un rumor. Incluso en ese momento y ya separadas entre sí ahora otra vez seis metros y medio, Nuestra Protagonista pudo siquiera percatarse de que otra persona con funciones motoras idénticas había compartido bosque en ese momento con ella.
Agresividad: 83%

25 mar 2017

Rosa Verde

Capítulo uno.

   Rosa Verde es una señora de sesenta y pocos años, pelo largo o pelo corto, da igual; estatura normal. De profesión es escritora, o al menos así se consideraba ella misma hasta que su hijo mayor, cineasta, capricornio y homosexual, adaptó a la gran pantalla hace dos años su novela hasta ahora más antigua, banal o comercial: Hacia acuario. Rosa desde entonces duerme regular tirando a mal y no precisamente porque no le haya gustado la adaptación. De todas formas tampoco era su mejor libro...

   Desde el momento en el que esta pobre mujer se planteó escribir la segunda parte de Hacia acuario hasta que realmente empezó a esbozar las primeras líneas pasaron algo más de tres minutos, de un nueve de febrero del año que a ti más te guste, por la mañana tempranísimo, incluso podría considerarse madrugada. Casualmente dos noches atrás la adaptación de Hacia acuario se había llevado dos premios Goya: mejor guion y mejor edición. Rosa no se sentía ni presionada ni lúcida, simplemente quería escribir e iba a hacerlo. 

   El personaje principal de esta novela debería llamarse Mónica, su apariencia debería ser humana y su sexo, femenino.

21 mar 2017

Ménica

Capítulo Cero.
   Llevaba tiempo intentando existir, sin éxito. Tiempo en el que contemporáneamente a sus también constantes fracasos en el ámbito de la natación completaba, irónicamente e ignorándolo, la decimo tercera cosa que empezaba y no acababa en esa semana, como siempre. Y el trece es el peor número. Pero claro, existir requiere un poco más de práctica... más que la natación, me refiero.

El personaje en cuestión debería llamarsé Mónica, su apariencia debería ser humana y su sexo, femenino. Pero nada de eso estaba teniendo lugar en el vasto o infinito mundo de la imaginación de su Creadora. Lo que sí estaba ocurriendo sin embargo era Ménica, una muguer de doscientos trece años, en una playa imposible de agua templada, tranquila y verde. Todo está muy nublado y de colores apagados. Por lo que sea Ménica vestía algo parecido a un body de lycra con estampado de jirafa (a La Creadora le gustaban las jirafas, intuímos). Le quedaba bien, por supuesto, pero no representa lo que debía representar. Ménica no puede escapar de allí por mucho que quiera. 

Los dos años que lleva en la playa verde le habían servido para:

1. Plantearse su vida desde una óptica un poco más ridícula y sin expectativas. Sin presiones de ningún tipo.
2. No comer. Lleva exactamente dos años sin comer y no le ha extrañado lo más mínimo por qué puede seguir poniéndose de pie.
3. Cazar de puta madre.


30 dic 2015

Virgo Supercluster


Una conversación telefónica entre una chica y un chico.

Por favor, no haga otra vez eso con su teléfono. Necesito comunicarme con usted urgentemente.
– Si te he colgado es porque no puedo hablar ahora, Yolanda. Ve al grano por favor.
Yo le amo pero lo que está haciendo conmigo es horrible. Lo que está haciendo conmigo es peor que asesinar una persona o varias.
– Lo siento si te he ofendido antes o algo, pero tú también puedes acabar ya con estas bromas sin gracia. Y no puedes amarme, nos conocimos anoche.
Bueno, para mí no son bromas, ¿de acuerdo? Ni para mi gente. Y estoy... estoy embarazada, ¿sabe? Noto cómo está creciendo algo en mi vientre.
– Déjalo ya, en serio. Voy a colgar.
Señor, quiero que sepa que dispongo de un útero y anoche tuvo acceso a él. Lo rellenó con su secreción y hemos creado vida. Usted y yo. No se sorprenda.
– No puedo hablar contigo si sigues con estas mierdas. Me arrepiento profundamente de haberme acostado contigo. Mira, nos lo pasamos muy bien anoche, porque es verdad; pero no voy a volver a verte nunca más. ¿Tú eso lo entiendes?
Vale, no estoy embarazada, pero podría haberlo estado. Y lo que está haciendo con sus palabras ahora mismo es peor que si me hubiera arrancado el feto de mi vientre con sus manos desnudas, lo hubiera comido crudo, digerido y luego defecado en una cuna metafórica. Es usted un monstruo. Y si vuelve a mencionar con tono sarcástico o incluso jocoso mis orígenes voy a tener que romperle su pene, así no podrá usarlo nunca más con tales fines, los cuales no son crear vida.

Antes de acabar esta intervención, el chico exclama “estás como una puta cabra. Adiós”, y cuelga. Pero ella sigue hablando:

Me vuelvo a mi planeta. No puedo seguir en esta tonta galaxia sin corazón limitada por el tiempo y el espacio. Debo aprovechar la posición de vuestro también tonto satélite para volver a casa. Mi preciosa madre sin edad me ayudará en este viaje. Mis estudios aquí han terminado con su existencia, señor. Y cuando se dé cuenta de lo que ha perdido, mirará a su oscuro cielo sin estrellas, preguntándose dónde estoy, por qué no me creyó, habiendo deseado que le hubiese llevado conmigo; ¡y llorará! Llorará abrazando su sombra y falsa espiritualidad. Le amé anoche y le amo ahora, pero usted es más estúpido que el tiempo lineal. Aunque presumo que no es su culpa... las relaciones en este planeta están destinadas al fracaso. La Tierra en sí está destinada al fracaso. La vida es cualquier cosa excepto lo que he visto aquí. Le deseo buena suerte con todo, mi amor. Buena suerte con su inminente extinción.

12 nov 2015

La niña y la bosca

   El bosque la estaba perjudicando de alguna u otra forma que ella desconocía, pero desde hace un par de meses no para de pensar en él. No puede haber nada malo con la vegetación, pensaba. La fauna visible parecía también mansa para con los humanos, o al menos para con Laura. La fauna invisible ella no la veía, así que eso no la agitaba. Hasta hoy.
   Tragó medio litro de saliva falsa de gato que tenía oculta en su cómoda por algo relacionado con la vergüenza, cogió un trozo de cartón atado a una cuerda con un agujero del tamaño de un ojo y se adentró sola o acompañada en el oscuro bosque. Con el cartón acercado a su cara se acercó con sigilo a las partes que ella consideraba oportunas o aterradoras, para confirmar la existencia de alguno de esos animales invisibles que creían estaban molestándola malamente. Se tropezó con una rama rota porque no veía donde pisaba. En ese momento tras el agujero de su cartón resolutivo vio algo que parecía estar vivo o que parecía al menos moverse por alguna fuerza interna no mecánica. Tenía solo brazos, describía Laura en su diario. Unos doce. Doce brazos apelotonados uno encima de otros, con trozos de carne simulando manos. Eso a ella le daba miedo, así que se quitó el cartón, retrocedió y tropezó otra vez, cayendo. El cartón se dobló, así que ella imaginó que perdió su funcionamiento. No intentó volver a ponérselo en la cara, no le convenía. Se levantó lo más rápido que ella quiso, corrió a su casa y nunca más volvió al bosque. Al menos hasta mañana.